Siempre un poco golpeados, siempre un poco cansados, siempre con un poco de hambre, siempre con un poco de sed, siempre con sueño y siempre con las piernas cansadas. Sacando energía del bolsillo para patear un par de cuadras mas.
Hoy día es posible que yo no pueda decir que quiero ser en la vida. Pero cada vez estoy mas convencida de lo que no quiero ser. No quiero ser una mujer histérica, manipuladora, posesiva y controladora, no quiero ser de esas novias (algún día) a las cuales sus hombres le huyen, le mienten y le temen, no quiero sentirme acosadora y densa, no quiero que me oculten cosas por miedo a mi actitud. No quiero ser lo que somos las mujeres, lo que según los hombres nos dicta nuestra naturaleza ser: una rompepelotas. Vengo luchando contra el status de las mujeres hace 5 años y me niego a convertirme en lo que toda mujer hecha derecha, en tacos y bien maquillada, dice que hay que ser. No quiero ser fina ni elegante, no quiero zandalias que me hagan ampollas, no quiero maquillaje que me aje el cutis ni tintura que me quiebre el pelo, no quiero delicadezas de telenovela ni vestidos que no me dejen bailar. No quiero jeanes ajustados en días de campo ni sacarme el dobok de tae kwon do mientras no tenga que hacerlo, no quiero manicuras ni pestañas arregladas, no quiero los pies limpios, me gusta andar descalza. No quiero novios sensibles y delicados, comprensivos y románticos porque el macho argentino me sienta bien, no quiero cursilerías y ni quiero festejar aniversarios, meses, días ni eventos familiares multitudinarios donde presentar a nadie ni me presenten. No quiero rutinas ni rosas ni bombones ni cena a luz de las velas mientras pueda atracarme con helado y hamburguesas, pizzas y parrillas. No voy a sacarme las zapatillas, no voy a dejar las musculosas viejas, no voy a peinarme mas de 10 minutos, no voy a llegar tarde porque no me gusta esperar. No quiero volverme como mi mamá, no quiero un matrimonio como el de mis padres, no quiero cegarme a lo que hay adelante ni volverme ingenua, no quiero volverme dramática ni hacer planteos inútiles, no quiero exigir mas de lo que doy, no quiero dar mas de lo que quieran, no quiero obligar ni ser obligada. No quiero volverme gruñona, rezongar por todo, no quiero que los años me empeoren los defectos y no quiero no saber pedir perdón. No quiero creer que la gente tiene que cambiar por mi ni cambiar por nadie, por eso hay tanta gente en el mundo, para encontrar a las que van para estar con vos por como ya son, no por el proyecto de persona que puedas proyectar en ellas. No quiero y me niego a aceptar reglas de etiqueta, a hacer cosas para quedar bien, a respetar a quien no lo merezca, a fingir que soy quien no soy. No quiero ser pesada, no quiero controlar los horarios de nadie, no quiero imitar el modelo de mi casa, no quiero tampoco negarme a rescatar lo bueno que tuvo. No quiero ser mujerzuela de nadie, no quiero ser polleruda, ni secretaria, ni dictadora, ni sometida, ni dueña.
Es mucho lo que no quiero a cambio de lo poco que sé que si quiero algún día ser. Pero ya mantener el rumbo para un lado distinto a todo eso me encamina mucho mas que a otras personas. Y eso me hace bastante feliz.
Me escapé del mundo yéndome al norte, pero otro mundo esperaba allá. Yo arrimé, siempre disparo a mansalva, pero esa piel fue particular. La hacés bien, y aunque te hierva la sangre te encadenas para no llamar. ¿Cómo hacés? Conozco todos tus trucos, pero aún así me das que pensar. Te guardas el orgullo donde nadie pueda dudar de que lo tenés. Y así vas, sin perder el objetivo, pidiendo dos cuando querés tres. Ya estoy bien, ya me ordené en mi desorden, y aquellas voces no me hablan más.
Por favor, mentime y dame la espalda,
otra vez no quiero patinar.
Y me esperás, más de la cuenta siendo siempre la que yo soñe. Y firme yo, me encierro en que es peor, amar y envejecer. ¿Qué esperás? Mostrame todas las cartas, a cara de perro no sé jugar. Me endulzás, el ego siendo sincera, dale un poco y te va a pedir más. Lo sabés, no hay arma más seductra, que contestar siempre la verdad. Siempre estás, del otro lado. Lo sabés, no hay arma más seductra, que contestar siempre la verdad. Siempre estás, del otro lado del muro de los lamentos que me contás. No sé hablar, sin decir malas palabras: amantes, mentira, infidelidad. Nunca más, te vendo gato por liebre, por no ser cruel, pierdo honestidad. No es el fin, el problema son los medios, no es algo que pueda respetar. No está mal, que termine en las historias, mientras haya historias que contar. Y ya no esperarás, más de la cuenta, y siempre serás la que yo soñé. Y yo seguiré pensando que es peor, amar y envejecer.
Ya no te tengo miedo nena, pero no puedo seguirte en tu viaje. Cúantas veces hubiera dado la vida entera porque tú me pidieras llevarte el equipaje.
¿Con qué ley condenarte si somos juez y parte todos de tus andanzas? Sigue con tus movidas reina, pero no pidas que me pase la vida pagándote fianzas. Ahora es demasiado tarde, princesa Búscate otro perro que te ladre, princesa