miércoles, 3 de marzo de 2010

En perspectiva.


Si tengo que hacer memoria...
Primero estuvo un Leonardo, el amor de la infancia, ese con el cual te revoleás cosas en el aula de primaria durante varios años, rogás que te de tu primer beso en verdad - consecuencia, te empujás en los pasillos y te molestás en los recreos. Exponés al máximo la veta violenta y despectiva del amor y talvez, solo talvez, lo superás.
Después vino algún Agustín, el primer novio, el que en mi caso no signficó nada, solo para aprender todo lo que NO quería en un hombre. Quien te regaló tus primeros peluches y te dijo las primeras cursilerías (las cuales yo aprendí a odiar al igual que TODOS los regalos melosos, las cartas pomposas, los mimos de telenovela, las escenas de teledramón, los 38.6 "te amo" por día, los falsos "yo también" y las lágrimas mariconas que no eran mías). Quién te dura lo mismo que la alegría de la novedad... poco y nada. Exponés al máximo la veta cursi y empalagosa del amor y talvez, solo talvez, la superás.
Después vino un Ignacio, el primer touch and go, tu libertad post-relación, tu nada, que te gusta, no te gusta, te importa, no te importa, vas, venís, te reís, te puteas y no dura porque en el fondo no importa y nunca significa nada pero siempre es un recuerdo divertido y si te lo cruzás en un boliche siendo solteros, siempre es parte de la lista. Exponés al máximo la parte vacía del amor y talvez, solo talvez, la superás.
Después viene algún Sebastián, el amor de verano, ese con el cual descubren que son el uno para el otro, van de la mano de acá para allá, se dicen cosas tiernas, se dicen que se van a extrañar, que se van a ver y que son mas felices que mono con dos colas. Después se acuerdan de que uno tiene novia y que la otra en realidad no quiere saber nada con relaciones serias y tras algunos mensajes se olvidan. Exponés al máximo la parte histérica del amor y talvez, solo talvez, la superás.
Después vienen algunos Cristian, Lucas, Juan Cruces, Nicolases y algunos más que nunca ninguno importa, siempre alguno te arranca un lagrimón, te duran un par de meses, con algunos llegarás a mas que otros, a muchos te los cruzaras meses después y te aprovecharás un poco pero solo engrosan la lista. Exponés al máximo la parte aleatoria del amor y talvez, solo talvez, la superás.
En el medio de esos viene algún David, el adulto, el que te lleva como 10 años, parece responsable, maduro, distinto y hasta pensás que es el indicado para confiar y en dos días estas completamente enamorada. Te deja en banda apenas puede y llorás como una condenada durante dos días, lo mismo que tardaste en caer en sus redes. Después te olvidás y no pincha ni corta. Exponés al máximo la parte infantil del amor y talvez, solo talvez, la superás.
Ahí viene un Pablo, EL. Ese que te mueve el piso, las paredes, la terraza, las cortinas y por si acaso te hace derrumbar el techo. Ese que nunca importa qué título tuvo, que nombre, que hizo y que no hizo porque TODO lo que hizo te marcó, todo lo que dijo te acordás, todo lo que pensó estuviste de acuerdo y todo lo que calló rogaste porque te lo dijera. Ese por el cual lloraste, te rebajaste, te perdiste el amor propio, hiciste todo lo que siempre dijiste "nunca jamás", por el cual suspendiste todo tipo de compromisos por 5 minutos mas con él, el cual le reconocés desde el olor hasta el tipo de ropa que usa y el cual todas tus amigas te dijeron "es un pelotudo". Ese que solo el día que puedas almacenar como una vivencia feliz y aprender de los errores en vez de archivarlo como un "reverendo hijo de puta, forro conchudo que me arruinó la vida, imbesil y pelotudo que me re cagó" vas a poder dejar de temblar cuando lo veas. Exponés al máximo la parte mazoquista del amor y talvez, solo talvez, la superás.

Después vienen una seguidilla de anónimos, gran parte en estado de ebriedad que desencadenan en llantos penosos por el EL. No recordás nada de ninguno, no tenés nada que decir de ellos ya que seguramente no hablaste y probablemente casi ni recuerdes sus caras. Exponés al máximo la parte lujuriosa o patética del amor y talvez, solo talvez, la superás.

Después viene un Rodrigo, ese primer post-trauma adolescente que te ayuda a salir un poco a flote pero jamás va a ser nada importante ya que solo es eso: el salvavidas tras la tormenta. Te reís un tiempo hasta que te das cuenta de que solo vas a su casa o te manda mensajes borracho, decidís que "todo bien pero ya fue", sonríen y todo en orden. Exponés al máximo la parte al pedo del amor y talvez, solo talvez, la superás.


Y después.... bueno, no sé que viene después. Después viene alguien que parece sencillamente perfecto y en quien descargás todas las cosas que en realidad no superaste. En quien no querés expresar lo cursi y empalagoso, tenes miedo de que sea una relación vacía, no querés ser histérica ni aleatoria ni infantil, temés caer en el mazoquismo o la lujuria patética y te sentís una idiota traumatizada. O por lo menos en el momento de vivirlo, con cero perspectiva, sentís todo eso. Talvez algún día pase a ser el máximo exponente de otra parte del amor la cual talvez, solo talvez, superes.


Igual de todos modos a primera impresión pinta ser perfecto, ideal y feliz.



2 comentarios:

  1. Hermoso tu textooooo !!!
    lo ameeee :D !
    jajajaj
    te adoro queriidaaa,
    siempre con seguidillas de inutiles nosotras !!! jajajaja

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  2. ay, cuanto me falta para conocer todas las facetas del amor ;_;

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